El Ser acepta todo lo que aparece
La no dualidad es un enfoque espiritual que trasciende las oposiciones y divisiones inherentes a nuestra percepción habitual del mundo. Una de las afirmaciones fundamentales de este camino es que "el Ser acepta todo lo que aparece". Esta frase, a primera vista sencilla, en realidad abre la puerta a una comprensión profunda de la naturaleza de la existencia y la conciencia.
El Yo como testigo inalterable
En la tradición del Advaita Vedanta, el Ser (o Atman) se considera una conciencia pura, inmutable y omnipresente. No se ve afectado por fluctuaciones de la mente, emociones o eventos externos. Así, todo lo que aparece (pensamientos, sensaciones, experiencias) es simplemente observado por el Ser, sin juicio ni rechazo. Esta aceptación no es un acto voluntario, sino una característica inherente a la naturaleza misma de la conciencia.
La clásica analogía del cielo y las nubes ilustra bien esta idea : el cielo no rechaza las nubes pasajeras, las acoge sin verse afectado por su presencia o ausencia. De la misma manera, el Ser permanece sin cambios, sea cual sea la experiencia que se manifieste en su interior.
La ilusión de la separación
La identificación con la mente y el cuerpo nos da la ilusión de un "yo" distinto del resto del mundo. Esta separación crea dolor y conflicto, ya que constantemente buscamos atraer ciertas experiencias y repeler otras. Al darnos cuenta de que el Ser acepta todo lo que aparece, comenzamos a ver que esta lucha es inútil e ilusoria.
La aceptación total del momento presente no significa resignación pasiva, sino un reconocimiento profundo de que todo lo que se manifiesta ya está incluido en el orden natural de las cosas. Rechazar una experiencia sólo alimenta la división y fortalece el ego. Por el contrario, la apertura y la aceptación permiten una disolución gradual de la resistencia mental.
El fin del conflicto interior
Cuando dejamos de querer cambiar o controlar lo que es, encontramos una paz profunda. Esta paz no proviene de la satisfacción de un deseo o de la evitación del sufrimiento, sino del reconocimiento de que, fundamentalmente, todo ya es bienvenido por la conciencia. El silencio interior se revela cuando ya no estamos en guerra con nosotros mismos.
En la práctica, esto puede traducirse en una actitud de dejarse llevar en situaciones cotidianas. Observar una emoción sin intentar reprimirla, escuchar un juicio interno sin adherirse a él, acoger una sensación física sin interpretación... Todo ello contribuye a la integración de esta verdad de que el Ser acepta todo lo que aparece.
Comprender que el Ser acepta todo lo que aparece nos libera de la constante necesidad de control y resistencia. Al alinearnos con esta aceptación, descubrimos una serenidad inquebrantable, presente en nosotros siempre. Esta comprensión marca un punto de inflexión esencial en el camino de la no dualidad, donde el reconocimiento del verdadero Ser trasciende todas las ilusiones de la mente.