Decir “sí” puede representar un verdadero trastorno interior, porque implica una profunda transformación de nuestra relación con nuestros pensamientos, nuestras emociones y la realidad tal como es. Esta actitud está en el centro de muchos enfoques espirituales y psicológicos que buscan cultivar la aceptación y la atención plena. Aquí hay una explicación detallada:
Decir “sí”: ¿qué significa eso?
Decir “sí” no significa aprobar o estar de acuerdo con todo lo que sucede, sino acoger la realidad tal como es, sin resistencias mentales ni emocionales.
Todo se reduce a aceptar las cosas, las emociones y las situaciones tal como aparecen, en lugar de luchar contra ellas o querer que sean diferentes.
Ejemplo: Puede surgir una emoción como la tristeza. Decir “sí” significa acogerlo, sin intentar rechazarlo, negarlo o huir de él. Usted reconoce: «Está ahí. Lo acepto».
¿Por qué esto altera nuestros hábitos emocionales y mentales?
Nuestros hábitos habituales suelen basarse en:
- Control: Intentamos controlar situaciones y emociones para que coincidan con nuestras expectativas.
- Resistencia: Decimos “no” a lo que nos molesta o nos parece incómodo.
- Juicio: Etiquetamos las experiencias como “buenas” o “malas”, lo que amplifica nuestro sufrimiento.
Decir «sí» invierte estos patrones. Esto requiere:
- Para soltar el control.
- Dejar ir la resistencia a lo que resulta incómodo.
- Mirar la realidad sin juzgar, con apertura.
Los beneficios del “sí”
Apaciguamiento interior: Decir “sí” pone fin a la lucha interior, porque ya no desperdiciamos energía resistiendo o evitando determinadas experiencias.
Claridad emocional: al aceptar plenamente nuestras emociones, éstas fluyen más libremente en lugar de estancarse o intensificarse.
Mayor presencia: Al decir “sí” a lo que es, nos anclamos en el momento presente, sin perdernos en el pasado ni en el futuro.
El gran trastorno: ¿por qué es difícil?
Nuestro condicionamiento: Desde pequeños aprendemos a rechazar lo que no nos gusta y a luchar por modificar la realidad.
Miedo: Decir “sí” a una experiencia desagradable puede parecer amenazante, como si significara que durará o empeorará.
El ego: Busca constantemente mejorar, controlar o escapar, en lugar de simplemente aceptar.
Por lo tanto, aprender a decir “sí” requiere desmantelar estos condicionamientos. Puede resultar incómodo al principio, pero a la larga es liberador.
¿Cómo practicar el “sí”?
Observa sin juzgar: cuando surja un pensamiento o emoción, en lugar de reaccionar, obsérvalo. Por ejemplo, repítete a ti mismo: «Me siento enojado y eso está bien».
Siéntete plenamente: si surge un sentimiento desagradable, en lugar de huir de él, quédate con él, respira y permítele existir.
Cuestiona tu resistencia: pregúntate: “¿Qué me hace decir que no? ¿Y si lo dejo así?”
Practica la gratitud: Incluso ante situaciones difíciles, busca lo que te puedan enseñar. Decir “sí” también significa reconocer que cada experiencia tiene valor.
Decir “sí” no significa renunciar a la acción
Tenga en cuenta: aceptar la realidad no significa volverse pasivo. Decir “sí” a lo que es ahora te permite responder a la situación desde un espacio de claridad y serenidad, en lugar de desde la resistencia o el miedo.
Ejemplo: Si experimentas una injusticia, decir “sí” a tus sentimientos (ira, frustración) no significa tolerar la injusticia. Simplemente le permite ver la situación tal como es y actuar de manera más efectiva.
En resumen
Decir «sí» es un acto radical de aceptación, que altera nuestros hábitos mentales y emocionales al liberarnos del control, la resistencia y el juicio. Es una invitación a acoger la vida en toda su riqueza y contrastes, a vivir cada momento plenamente y a encontrar una paz interior duradera.